Reconocer a un bebé de alta demanda

El tema de la alta demanda sale bastante a menudo en mis conversaciones con otras madres. Que si mi hijo es un trasto, que no para quieto, que no me deja ni respirar… ¿Es eso un bebé de alta demanda? No exactamente. Los niños son niños, inquietos por naturaleza. ¡Hay tantas cosas en su mundo por descubrir! ¿Qué hacer para reconocer a un bebé de alta demanda entonces?

El Dr. Sears fue quien acuñó el término “bebé de alta demanda“, teniendo en cuenta previamente que todos los bebés son demandantes. Pero él distinguió una serie de características para reconocer a un bebé de alta demanda.

Características para reconocer a un bebé de alta demanda según el Dr. Sears

  • Intensidad. Son bebés intensos. Si hay que llorar o protestar lo hacen intensamente, si hay que reír lo hacen intensamente, si hay que ver mundo se ve de manera intensa (a lo loco, ¡como si no existiera el peligro).
    Martí, por ejemplo, no es de llorar, pero si hay que hacerlo se hace bien. Igual que reír, está todo el día con una sonrisa en la cara 🙂 Y explorar mundo… Lo último es subirse encima del bidé, a ver qué se cuece desde esa altura…
  • Hiperactividad. Están preparados para la acción, quieren brazos todo el día y no soportan el cochecito o la sillita del coche. Quieren tener libertad para moverse a su antojo, cuando ellos decidan. Pero que sean hiperactivos no significa que vayan a tener un diagnóstico de hiperactividad en el futuro. Son hiperactivos porque todo lo quieren tocar, ver, explorar (destrozar, romper…). Son muy activos y movidos (sobre todo comparados con esos bebés que se están largos ratos en el parque, en la cuna…). 
    A sus 21 meses sigue siendo mucho de brazos. De más bebé lo podía poner en el fular o la mochila, ahora si la ve se enfada. Quiere brazos, pero libres. Con la silla del coche seguimos teniendo problemas, el 99% de los casos llora. Y el carrito… La mayoría de veces tengo que sobornarle con comida, pero aún a día de hoy no le gusta demasiado.
  • Absorventes. No se cansan nunca, siempre están pidiendo atención. O bien jugando, o bien con brazos, con abrazos, con besos, con cosquillas…
    Un buen ejemplo es que ahora mismo le tengo colgado de la teti, mientras escribo… Que podría estar jugando con su cocinita, o su plastilina, pero no. Mejor con mamá. Claro, ya empezamos el día a tope, y por la tarde parece que no he hecho nada y estoy reventada…
  • Lactancia constante. La teta no es sólo comida, eso lo tenemos todas claro, ¿verdad? La nutrición puede ser también de afecto, nutrir su alma, su espíritu. La succión, además, les relaja y tranquiliza. Ya sea del pecho, o sea de un chupete.
  • Gran exigencia. Quiero teta, ¡ya! Dame un plátano, ¡ya! Quiero ese rotulador, ¡ya! Son peor que un jefe que lo quiere todo para ayer. Y cuidado con estar fregando los platos y que te pidan un vaso de agua, ¡para ya! Exasperante…
  • Muchos despertares. ¿Y para qué perder el tiempo durmiendo? Miles de despertares nocturnos y siestas pegaditos. Porque, ¿para qué dormir en la cuna?
    Recuerdo que cuando Martí era muy bebé, os hablo de menos de cuatro meses, era dejarlo en el capazo del cochecito o en la minicuna y se despertaba reclamando brazos. ¡Era instantáneo! Ahora hace tiradas de, como mucho, unas cuatro horas. Excepto un único día, no hace mucho, que tras una rabieta durmió del tirón como ocho o nueve horas. ¡Milagro de un día!
  • Insatisfacción. Nunca tienen suficiente, de nada. Se quejan mucho, ¡pero ese es su carácter!
  • Impredecibles. Lo que un día funciona para satisfacerles, al día siguiente pierde su efecto. Lo mismo pasa con los despertares, ¿de buen o mal humor? ¿Qué tocará hoy?

Entonces, ¿es mi hijo un bebé de alta demanda?

Martí es un bebé de alta demanda y me reclama 24/7 (¡¡o 25/7!!). Cuando nació yo le tenía encima siempre, enganchado al pecho. Hacía tomas larguísimas y pocas veces se soltaba saciado y dormido. Él seguía, y sigue, mamando entre sueños. Pero yo tenía a mi marido y a mi madre en casa conmigo, ayudándome.

Claro que yo hasta necesitaba ayuda hasta para ducharme, fuera a ser que cayera desmayada otra vez… Así que mientas mi marido me vigilaba, mi madre cuidaba de Martí. No se quedaba solo en la minicuna nunca. De hecho, era ponerlo ahí, por ejemplo para cenar, y despertarse. Y llorar. ¿Y qué me costaba a mí cenar con él encima? Pero cenar con un bebé de alta demanda en brazos es tener solo uno libre, así que me tenían que dejar la comida preparada para pinchar y masticar.

Incluso ahora hay días que aún como o ceno así. ¿Y quién no ha comido en el sillón mientras amamanta? Con el plato en las piernas, una servilleta tapando al bebé para que no le caiga nada encima, y él mamando tan tranquilamente. Y sí, esto también sucede actualmente con un bebé de casi dos años.

El porteo fue nuestra salvación

¡Benditas mochilas de porteo ergonómico! Entre el fular, la bandolera, la marsupi y la boba, fueron mi salvación.

Pero no sólo los brazos le bastan. Conforme se va haciendo más mayor, quiere ver más cosas. Más bien quiere que tú se las enseñes. Eso de estar tranquilamente en el sofá, leyendo un cuento o enseñándole juguetes y tonterías varias no funciona. Vale, quizás durante cinco minutos sí. Pero luego levántate y menea el culo, que el mundo es fascinante y hay mucho por descubrir.

Pongo la mesa y la recojo con él en brazos, voy al baño y él viene conmigo, me cepillo los dientes sin sujetarme el pelo porque le sujeto a él… En serio. O él me cepilla los dientes mientras yo se los cepillo a él. Y ES AGOTADOR. Tener un bebé de alta demanda es agotador. Mucho.

Y no me estoy quejando. Simplemente expongo mi maternidad tal y como es. Maravillosamente agotadora. Porque no cambiaría ni una coma, la quiero así tal cual es. Porque no puedo estar más agradecida a la vida por darme a este pequeño tesoro.

Ya os digo que mi salvación ha sido el porteo, siempre ergonómico. Eso sí, los brazos libres él también que pueda tener sensación de libertad. Empezamos con un fular tejido, de algodón, y me encanta. Es mi método de porteo favorito. Pero es un rollo si hay que estar poniendo y quitando al bebé cada dos por tres. Si yo sabía que se iba a estar rato, sí. Si intuía que iba a tardar más haciendo el anudado que porteando, no. Por eso mi mejor opción son las mochilas. Ya sea la marsupi o la Boba, tengo ambas. Ahora me resulta más cómoda la Boba, hay más peso y hay que repartirlo bien. Y a veces, se dormía. Y yo entonces me sentaba a trabajar en el ordenador, con sumo cuidado de que el “click” del ratón o el sonido de las teclas no le despertasen.

Reconocer a un bebé de alta demanda

Mis duchas ya no son lo que eran. O bien nos bañamos juntos, o nos duchamos juntos (alguna vez la bandolera de agua nos ha ayudado) o le siento en la trona (ahora que es más mayor, antes tocaba minicuna o carrito, que solía terminar en drama) y le entro en el baño y hago ducha exprés mientras saco la cabeza para que me vea y no llore.

He llegado a escribir posts a las seis de la mañana, con un bebé de alta demanda pegado a la teti. A veces se suelta y se vuelve a enganchar unas mil veces hasta que se da la vuelta otra vez. Pero así es la vida. Así es mi vida, de hecho. Y no la cambio por nada.

Con los bebés de alta demanda sólo hay una cosa que se pueda hacer: aceptarlos. El problema no es de los bebés, ni de los padres, es de la sociedad adultocentrista en la que vivimos.

Y no se trata de poner etiquetas, sino de comprender que no todos los bebés duermen del tirón, que no todos se duermen en el coche, que no todos juegan solos en su parque. ¡Todos son distintos! Y todos son normales 😉

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