El primer paso para tener un hijo solemos hacerlo nosotras, le ponemos más ganas, más ilusión, más sueños… Cuando el embarazo no llega somos nosotras quienes buscamos información, quienes pedimos cita en el médico… Cuando toca hacerse pruebas de fertilidad, a nosotras es a quienes nos duelen los pinchazos, las histerosalpingografías… A la hora de pasar por un Tratamiento de Reproducción Asistida, nosotras nos hormonamos, nos pinchamos, nos sedan, nos sacan ovocitos, nos biopsian la matriz… Los dolores son nuestros, y no podemos compartirlos. Pero ellos también están ahí, a nuestro lado. Nuestros maridos y la Reproducción Asistida pueden ser un dúo complicado de gestionar. Pero no imposible. Y debemos tener presente de que sin ellos nada de esto sería posible. Sin su apoyo, sus abrazos, su consuelo y… ¡sus espermatozoides!
Nuestros maridos y la Reproducción Asistida, no nos olvidemos de ellos
Son parte fundamental de este binomio que somos como pareja, como matrimonio. Sin embargo, a veces nos olvidamos de que ellos también lo pasan mal, porque lo peor nos lo llevamos nosotras. Parece que, como ellos solo tienen que hacerse un par de pajas en todo el proceso, pues lo pasan hasta bien. Les toca la parte divertida, ¿no?
Total, entran en una sala, se masturban en un bote, se lo entregan a la enfermera de turno, y ciao. Que sí, que es cierto que las clínicas quieren que estén cómodos, como en la clínica FivMadrid. Ahí tienen una sala para estos momentos, con su televisor, revistas, etc. Para que estén lo más cómodos posible en esa situación ya de por sí incómoda. No obstante, lo más difícil de asimilar es cuando lo tienen que hacer el día de la punción. Porque ese día no es para una prueba, es para tener un hijo. Y el proceso se desnaturaliza totalmente.
Paraos a pensar. Qué sensación tan fría y distante. Vamos a tener un hijo, que siempre has pensado que sería haciendo el amor, manteniendo relaciones sexuales con tu pareja. Algo tan íntimo y personal, tan de pareja, deja de serlo. En este proceso, en nuestro caso por ejemplo, estábamos separados. A mí me acababan de sacar los ovocitos, y aún dormida por la sedación me llevan a una habitación. Cuando despierté estaba ahí mi marido, mirándome con una cara que refleja el amor más grande que siente por mi. Y de pronto, llega una enfermera, le da un bote, y le dice que vaya al baño y cuando esté llamé por teléfono que viene a recoger la muestra.
Y mientras yo aún estoy medio grogui, él se va al baño de la habitación, con tanta luz y tan frío, escuchando todo lo que pasa fuera, todos los ruidos… No está a gusto, está solo. No puede apoyarse en mi porque estaba convaleciente. Tiene tanta presión encima… Tiene que dar lo mejor de sí mismo justo en ese momento. Y lo hace. Y ya está. Se acabó. Sale del baño, llama a la enfermera, y se lleva el botecito. Ahí van una parte de nuestros hijos.
Pueden sentirse utilizados, como que sólo son necesarios para eyacular y ya está. Por eso no debemos olvidarnos de darles amor, y será recíproco. Un profesor que tuve en el máster, a esto lo llamaba “síndrome del hombre probeta“.
Qué frialdad. Qué poco amor. Y cuando te recuperas, os vais para casa. Y lo único que te llevas es un listado de medicamentos para tomar. No hay ratito de mimos en la cama, no hay preliminares ni “posliminares”.
Nadie dijo que esto fuera fácil. Pero como todo en este proceso, al final merece la pena 🙂 ¿Verdad?